Hermanitas de la caridad.

A las seis menos veinte, con el amanecer anaranjado del distrito XVII de París, la hermana Marie Victorie se levanta del somier de madera, deja esbozado su perfil en el colchón de espuma, el lavabo del pasillo, los hábitos puestos, escalera abajo hacia el patio, los cristales del claustro sucios del CO2 gris de los autos.
El pulsador eléctrico de la campana facilita la tarea y las ondas graves del badajo aprovechan el eco de las piedras para anunciar, impertinente, la primera oración del día.
Cruza de nuevo el patio viendo el reflejo amarillento en los cristales sucios del cláustro, sube sin demasiada devoción las escaleras hasta el comedor y murmura palabras de rosario olor a rosas que juega entre sus manos.
El convento de Saint Jacques abre el portalón temprano, se disponen dos mesas con tazas humeantes de chocolate recién hecho y bizcocho de almendras ... las sombras entran arrastrando el humo de club recién cerrado, los carritos improvisados repletos de extraños objetos. Los pasos arrastrados dejan tras de sí un hedor rancio a licor.
Hace mucho, las sombras tenían nombres propios pero con el frío de parques y cartones olvidaron...
Serge, El Puertas, entra siempre vociferando frases inconexas y palabras perdidas en su mente. Le gusta ir de puerta en puerta gritando a la última planta de los edificio hasta la afonía del atardecer. Es buena gente; por debajo de los gritos toma el chocolate caliente, el bizcocho y se marcha sin dejar de vocear.
Molina, el viejo republicano español exiliado tras la guerra a Francia, canta como los ángeles; agradece las viandas mañaneras con una compilación de temas de Antonio Molina, el cantante de copla español, que admira y emula. Lleva consigo un saco de tela repleto de botellas de vino, algunas llenas, otras vacías...y un paraguas colgado a la espalda con los que recorre París cantando y añorando la patria. Algún día volverá, en cuanto recuerde el camino.
André, El Ceniza, trabajó de joven en las minas del Norte; acompaña normalmente a Molina, es el único que lo aguanta:
-Hermana Anne Marie, ¿sabe que ayer murieron tres hombres aplastados por un camión?. ¿Sabe que murieron cinco hombres y dos mujeres asfixiados con gas en la rue Montmartre?...
-Hermana Anne Marie, ¿sabe que mataron a una vieja en la rue de Rivoli y la encontraron mordida por los peces en el Sena?.
Nadie aguanta a André, El Ceniza, aunque todas las muertes que relata sean inventadas...
Jérôme viste un traje maloliente, sombrero de ala corta, zapatos de piel sin cordones. No falta ni una sola mañana al chocolate de las monjas. Aprovecha el aseo del patio para refrescarse con agua limpia. Antes de irse deja un poema en las macetas de flores que bordean la entrada al patio, el poema siempre desaparece al acto escondido bajo los hábitos de la hermana Dominique. Entre los Salmos 11-12 de su biblia, sueña palabras de amor de una sombra.
A las diez en punto, la hermana Marie Victorie recorre de nuevo el patio y aprieta dos veces el pulsador eléctrico, la campana de la torre se mueve, escandalosa, anunciando la segunda oración del día.
(Imágen de Karen Preston)
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Comentarios
Saludos afectuosos.....
Bicos e apertas.
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