La venus

Escojo un bolígrafo; no me gustan las plumas, cuando las sacudes para que baje la tinta escupen manchando el papel.
Siempre el mismo cuaderno de Taschen, con la venus de Boticelli ocupando las dos tapas; quedan muchas hojas en blanco de un amarillento papel reciclado. (... Con lo que contaminan las fábricas!).
En la última página escrita soñaba con un reencuentro feliz, no se de quién y poco importa, porque se quedará aquí, entre delirios y un pequeño ensayo sobre Habermas: "Los lenguajes como formas de apertura al mundo".
Así que pienso en lo tierno de esa devoción por el cuaderno, la pluma, la carpeta con archivos de word; particularmente la disfruto, como cuando lío un peta o saboreo un buen vino...
Pincho bossanova; quemo sólo un poco la piedra para cortar la dosis exacta, la deshago con los dedos y mezclo el tabaco; por último paso la lengua por la goma y tiro despacio del papel que sobra. Una copa ancha de ribera del duero que huelo cerrando los ojos, un gesto reflejo.
Al fin cojo el bolígrafo y escribo, una calada, un sorbo, continúo el frenético movimiento del mundo en palabras escritas.
Cuando termino me siento como la venus, no me importa estar desnuda sobre una concha de ostra gigante, soy una Diosa.