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Mostrando entradas de abril, 2006

Por 30 céntimos de Fortuna

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En el década de los setenta, la gente aquí se retorcía de hambre. Hoy han subido 30 céntimos el paquete de "Fortuna" y descompensado mi presupuesto mensual; debería emigrar como lo hizo mi padre, y su padre antes que el mío. Siguiendo a Cristóbal, los gallegos volvieron para recolonizar el Nuevo Continente, ¡y de qué forma!. La familia es lo más importante y lo negocios de la familia son cosa de la familia . Así mi padre sentenciaba y dignificaba los prostíbulos de Colón y Boca del Toro. Salvo por la bomba que cayó en uno de los moteles (según las investigaciones, por un fallo en los cálculos del sargento Sánchez cuando apuntaba a la residencia no oficial del presidente Noriega), los clubs han funcionado con relativa tranquilidad: de ahí mi educación en universidades privadas de Europa, el porche y las úlceras de estómago que cobran los dólares pagados al chulo, a la familia . Cada noche unos 10 mil dólares de úlcera abierta y sangrante. La diferencia entre una puta y una m

Giro Postal

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La pequeña de los Liddell pasó la lengua por la tira de goma adhesiva y cerró el sobre, lo colocó entra las cuerdas del paquete y salió corriendo el paseo de encinas, siempre mirando al frente. El pueblo al final de la vereda se abre a la plaza, el reloj de la iglesia marca el diez de picas en punto. La oficina de correos interrumpe su actividad frenética, es la hora de los bollitos sin nata. Alicia se sienta a esperar en los peldaños de la escalera y aprovecha para hacer inventario: -Le mando... una amanita muscaria del gusano fumapipas, herba de esquecer, el mechón de pelo, lupa convexa y xilófono. A las diez y diez picas pasadas, el bullicio enmudece y la oficina de correos recobra el ritmo de las cartas urgentes, los certificados devueltos por cambio de domicilio o por ausente. Desde que Palacio selecciona a los funcionarios de entre los más blanco-negros del lugar, las cebras lían todos los envíos, el oso panda de paquetería se zampa los envoltorios de cáñamo. Es, básicamente, un

Síndrome de Hans von Heiddeberg

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A un lado Bretonia, al otro Madarice y entre ambos la cabina blindada de Paul, con la barra a listas roja y blanca cerrando la frontera. El primer ministro de Madarice, reunido en misión diplomática con el Jefe de Estado bretonio, negocia a estas horas la revisión del "Convenio Internacional sobre las demarcaciones territoriales entre los países de Bretonia y Madarice" de 1917. Tras los graves acontecimientos acaecidos, los máximos representantes afrontan la gravedad de la situación al más alto nivel, involucrando a todos sus departamentos y ministerios en la resolución del conflicto. Los primeros informes hablan ya de tragedia. La sintomatología es preocupante, de hecho, un sesenta por cierto de la población bretonia y un cuarenta respecto al total de madaricienses (aún no se ha descubierto el por qué de la afectación distinta, un estudio acerca del rh negativo más común en Madarice asegura la relación con esta aparente inmunidad...) padecen lo que se ha denominado como sínd

Hermanitas de la caridad.

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A las seis menos veinte, con el amanecer anaranjado del distrito XVII de París, la hermana Marie Victorie se levanta del somier de madera, deja esbozado su perfil en el colchón de espuma, el lavabo del pasillo, los hábitos puestos, escalera abajo hacia el patio, los cristales del claustro sucios del CO2 gris de los autos. El pulsador eléctrico de la campana facilita la tarea y las ondas graves del badajo aprovechan el eco de las piedras para anunciar, impertinente, la primera oración del día. Cruza de nuevo el patio viendo el reflejo amarillento en los cristales sucios del cláustro, sube sin demasiada devoción las escaleras hasta el comedor y murmura palabras de rosario olor a rosas que juega entre sus manos. El convento de Saint Jacques abre el portalón temprano, se disponen dos mesas con tazas humeantes de chocolate recién hecho y bizcocho de almendras ... las sombras entran arrastrando el humo de club recién cerrado, los carritos improvisados repletos de extraños objetos. Los pasos

Variación musical.

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El cartel lo anuncia, a las diez en punto, en el Sunset de la rue Lefebvre. Desde el hotel, bajar la calle hasta la parada del tranvía y veinte minutos de suave traqueteo. Chet disfraza la mirada ida del crack, aferra el maletín de su Stradivarius -el mejor modelo de trompeta fabricado por Bach hasta la fecha- y dibuja una semifusa en el vaho que deja su aliento de Château Petrus, -le pagan bien los conciertos a pesar de las últimas escenas esperpénticas en el escenario. Se baja antes del parque para recorrer los metros que le quedan fumando, saliva la punta del cigarro y espolvorea encima un poco de coca con el fin de equilibrar los bioritmos. El portalón del convento de Saint Jacques se abre a unos pasos y del patio salen las novicias, en fila disciplinaria tras la hermana Marie-Anne, con el hábito ceñido al cuerpo y el rosario de penitencias ahogando el pecho. Chet piensa que éstas no son como las chicas del club, siempre dispuestas, sobadas, sucias . La piel de novicia es dulce y s