Entradas

Mostrando entradas de mayo, 2006

Cerezas

Imagen
Cuando la abuela Wilfreda aún podía correr, y cuando digo correr me refiero a andar deprisa, esperaba a que estuviésemos subidos al cerezo, con las risas atragantadas a huesos que nos escupíamos, (el que tenía mejor puntería ganaba el botín, kilo y medio de cerezas y un fuerte dolor de delicioso empacho). Entonces la abuela salía "corriendo" por el camino de la huerta y todos saltabamos al suelo, dispersándonos a porrazos de caña de bambú mientras las risas seguían, entrecortadas por quejidos y cardenales. Nunca me he reído tanto. La vieja nos seguía hasta que ya no podía más, el palo en alto, gritando sinvergüenzas. Una hora después nos daba la merienda para que escucháramos sus historias de Cuba; más risas en cuanto se ponía a recitar habaneras improvisadas que disimulabamos a bocados, ansiosos de tantos juegos. Salíamos bronceados del sol de Varadero, salitre en el pelo y cierto mareo de puro que la abuela fumaba, a caladas largas, como saboreando el único recuerdo que no

Pepe de Móstoles

Imagen
Los 19 de cada mes, Don Vito sale de casa con su mejor traje, raya diplomática, chaqueta cruzada, sombrero de ala ancha y el bastón con puño de plata Carlos IV. El chófer le lleva hasta la iglesia de Maria Consolata, allí escucha emocionado la homilía en recuerdo a la Mamma Fiorella - la mia mamma- , y con un emotivo gesto paga los tributos de la puerta del cielo al Pater. En la escalinata le esperan amigos y familia para presentarle sus respetos: abrazos, lloros plañideros y besos condescendientes de Don Vito antes de salir hacia el club, a supervisar el recuento de las mesas de juego y las chicas del ballet, especialmente a Fiona, especialmente deliciosa. En realidad, Don Vito se llama Pepe y vive en Móstoles pero, los 19 de cada mes, se transmuta en Don Vito; el personaje recorre la ciudad hasta el club e imagina que Fiona le susurra en italiano, a pesar del acento asturleonés, mientras él la azota con cariño para hacerla "cantar". Es el día de la vendetta. Antes de las do

Villapetra.

Imagen
Las instancias oficiales cerraron el expediente, con número de entrada 1976, sin informe final; el expediente inconcluso, amorfo en cuanto a la deficiencia de los procedimientos quedó archivado para consulta pública en la Oficina de Archivos, en la Sede Central del Ente. El trámite sancionador fue aprobado en el pleno. Por decreto, se procedería a la demolición de la Villapetra. La casona al final del puerto era un recuerdo decimonónico semiderruído que guardaba también,-... en el hueco de la magnífica escalera, los salones de espejos rotos y los extraños pasadizos empolvados por el tiempo...- nuestros primeros pitillos, el mareo del humo al expirar, agarrarnos por la cadera para no caer, alguna chuta de los 80 y tantos polvos en los rincones, que tenía vida propia. A mediados de los 80, dos huracanes azotaron la costa, la zona quedó desolada pero Villapetra se salvó: los peritos declararon que había movido sus cimientos cuatro metros para reguardarse tras el rompeolas. El incendio de

Crítica al existencialismo

Imagen
El club está vacío, saxo y bajo afinan en el escenario, a golpe de la, con un diapasón metálico. El local huele a humo concentrado de las horas ebrias que, a chorros de disiclín , disimula Camila arrastrando cubo, fregona y resaca; arrastrando la noche insomne. Las piernas de calambres y varices más bonitas del local la llevan del almacén a la barra. - Una cerveza, Pitís. Tengo la garganta seca- con un sorbo profundo la lengua lija recupera su suavidad porosa. -¡Qué rica tío!. Vuelvo a lo mío... mierda de vida, !coño¡. Y mueve el suyo hasta los lavabos, paño en mano, a perfumar las proezas higiénicas de la humanidad postmoderna. Cambia chandal por vaquero elástico y top de gasa, se suelta el pelo sacudiendo la cabeza y, poco antes de abrir, se sienta a descansar en una de las mesas, con la última cerveza antes de no-cenar; espera otra noche pretérito perfecta a ritmo de jazz. Cualquier listillo se acerca de vez en cuando, con la copa siempre piden algo más. Depende de la actitud y el

Nochevieja de color.

Imagen
Fue Charlie, "El Muñeco", quien me enseñó a contar las cartas en el blackjack y a marcarlas jugando al póker. Lo de apostar hasta las bragas es cosa mía; nunca supe dejarlo a tiempo. La nochevieja de 2003 jugamos nuestra última "timba" juntos; por entonces la alumna había superado al maestro en el arte de "timar". 500 euros para entrar en la partida, me costó conseguirlos pero al dar las doce ya estaba en el cuarto de atrás del Mogay, sentada y repartiendo suerte. El pardillo de la noche era un usurero forrado con cuatro copas de más. En cuanto ligaba una jugada le delataban las manos nerviosas, la comisura de los labios sonreía en un gesto apenas perceptible, !pobre pardillo!. Camisa a cuadros, jersey de cuello-pico y gafas marrones de pasta imitando el carey. Reparto dos y tres. Antes de cambiar cartas se han retirado cuatro dejando sus 500 y 500 más; sólo quedamos el pardillo, Charlie y yo. El pardillo se queda servido (ha ligado escalera), Charlie pide