Tatuaje
Este maldito tatuaje, que cubre mi espalda, me avisa del peligro para arrastrarme hacia él. Por las noches mientras duermo salta de mi piel al suelo a esconder zapatos, la blusa planchada o el cepillo de dientes; después apaga el calentador para verme tiritar de frío en la ducha y programa más tiempo el microondas para que se salga la leche. En la cola del super, el teatro o la misa del gallo se ríe a carcajadas o insulta con alaridos hasta que todos miran extrañados a su alrededor, se les eriza el vello y huyen asustados. Consigo aplacarlo con música, así que de nuevo salgo en busca de un concierto... pronuncia la palabras mágicas Ipse fallax y se apropia de mi cuerpo. Aborrezco las agujas y el dolor pero siempre actúo sin pensar: nunca debí tatuarme un boggart.